viernes, 7 de marzo de 2008

Gabriella Morreale



En la historia de la ciencia, la presencia de las mujeres ha permanecido oculta o en un segundo plano no sólo por parte de las comunidades científicas, que como todo espacio de poder son eminentemente masculinas, sino también por las características de las sociedades. Sin embargo, hoy las más veteranas animan a las jóvenes a seguir trabajando.

(Mujereshoy) Hacerse un lugar entre la élite de la investigación científica implica una entrega profesional y personal que no todo el mundo está dispuesto a realizar a pesar de sentir una fuerte vocación. Si además la aspirante es una mujer, el esfuerzo es mayor no sólo por introducirse en un entorno tradicionalmente masculino, sino por tener que aprender a compaginar ese trabajo con los roles de ama de casa y de madre.

Así señaló Flora de Pablo, profesora de Investigación en el Centro de Investigaciones Biológicas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España: ''La sociedad que nos rodea, aún hoy en el siglo XXI, es androcéntrica. Es difícil para los científicos sustraerse a este hecho, aunque vamos mejorando. He conocido investigadores muy machistas pero, por suerte, también tengo colaboradores que disfrutan trabajando codo a codo con mujeres''.

Una buena excepción
Quizá una de las excepciones en este sentido ha sido la de Gabriela Morreale, miembro del Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols-CSIC, que reconoce sentirse una afortunada. ''Desde que empecé mi carrera como investigadora he estado colaborando con mi marido -Francisco Escobar- y no me he encontrado con los problemas que han podido tener otras colegas porque yo tenía su apoyo pleno''.

Tal vez por eso, Morreale ha subrayado la necesidad que hay de desterrar la idea de que la mujer investigadora es un bicho raro.''Me parece que insistir en esto es una discriminación. Para mí, el mero hecho de que se tenga esa imagen significa que no hay una aceptación social completamente aséptica. A los investigadores se les debería valorar por sus resultados, nunca por su sexo''.

Aunque las vivencias pasadas de Morreale distan mucho de las de otras colegas suyas, esta especialista en Endocrinología recordó que cuando inició su carrera como investigadora era consciente de la suerte que había tenido, aunque hubo elementos propios de la sociedad de entonces que tuvo que aguantar. ''Es cierto que ante una situación de igualdad por méritos entre un hombre y una mujer, preferían, por ejemplo, otorgar la plaza al hombre. Todo eso ha ido cambiando''.

En este sentido, De Pablo rememoró por su parte que, como muchas mujeres de su generación, ''en la época de estudiante en la universidad no tuve ninguna dificultad. De hecho, fui jefa de mesa en Anatomía, alumna interna de un departamento clínico y tuve un buen expediente''.

Pero los inconvenientes para De Pablo no tardaron en llegar. ''En cuanto empecé a competir con colegas varones por algunas plazas, empezaron las pequeñas trabas extra y las faltas de apoyo. En Estados Unidos la historia se repitió en cuanto volví a enfrentarme por espacios, colaboradores o plazas. Entonces eres consciente de que hay dos varas de medir. Hace falta estar muy segura de cuáles son tus derechos, de lo que has ganado con tu esfuerzo y atreverse a reclamarlo''.

Jerarquía universal
En lo que ambas mujeres coinciden es en la dificultad que tienen sus compañeras para escalar todos los peldaños de la jerarquía universitaria, médica o investigadora. ''Una gran parte de la investigación -por lo menos biomédica- de este país (España) la están llevando adelante las mujeres, cosa que no se valora con nuevas responsabilidades laborales'', dijo Morreale.

De Pablo se mostró convencida de que ''habrá bastantes rasgos que cambien en la organización de nuestra sociedad en general cuando el reparto de poder y responsabilidades sea igualitario entre los dos sexos. En cualquier caso, estamos todas para ayudarnos''.

Flora de Pablo compagina sus labores docentes con la presidencia de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), una organización que nació en diciembre de 2001 cuando un grupo de mujeres de diversas disciplinas de la universidad, el CSIC y la industria, creyeron necesario impulsar la plena participación de las mujeres en la investigación y la ciencia. Según los datos ofrecidos por la asociación, el número total de científicas en el CSIC es de 751, lo que representa un 32,7 por ciento del personal investigador de plantilla.

De Pablo afirmó que ''urgen medidas de política educativa y científica que estimulen a las adolescentes y universitarias a pensar que es posible para ellas una carrera investigadora exitosa, aunque es llamativo e injustificado el escaso avance en la última década de las mujeres en la progresión de las distintas escalas científicas del CSIC''.

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