viernes, 7 de marzo de 2008

Margarita Salas




Margarita Salas es la viva encarnación de la singularidad, una excepción que confirma la regla. Una mujer de más de 60 años reconocida mundialmente como investigadora científica es toda una rareza en nuestro país, un fruto extraordinario de la difícil época que le tocó vivir.

En los años 50, las mujeres, apartadas de los ámbitos del saber y del poder, apenas podían acceder a la universidad, pero la capacidad de trabajo de Margarita Salas y su enorme fuerza de voluntad provechosamente unidos a la gran categoría humana de los hombres que marcaron su vida, permitieron a esta mujer insólita decidir su futuro por ella misma.

Su padre, un reconocido psiquiatra que nunca fue el mismo tras la guerra civil, sufrió el exilio interior y la marginación profesional pero no quiso aceptar el cruel retroceso que la dictadura supuso en la emancipación de las mujeres. Margarita, al igual que sus hermanos, estudió una carrera, en su caso Químicas, "con un fin muy distinto al de la mayoría de mis escasas compañeras de Campus", afirma hoy con ironía, aunque, casualidades de la vida, su compañero de tesis, Eladio Viñuela, se convirtió en su esposo. Siendo ambos doctores, iniciaron juntos la carrera científica, pero Severo Ochoa, su maestro, les separó profesionalmente. Es ya célebre la medida, cargada de intenciones, adoptada por Ochoa al recibir al matrimonio en Nueva York: "Estaréis en distintos grupos de trabajo. Si no aprendéis otra cosa, al menos hablaréis inglés". A su regreso, continuaron trabajando por separado: en la España de la época, investigar junto a su marido hubiera supuesto verse abocada a ser "la mujer de..."

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